10 de noviembre de 2012

La llave del clóset

"¿ Era eso lo que querías?" Me preguntó después de ese primer beso, era la primera vez que la besaba... la primera vez que besaba a una mujer. No recuerdo si pude contestarle algo, sólo recuerdo que dentro de mi sentía una mezcla de alivio y satisfacción, un vendaval de hermosas emociones que sería difícil describir. Recuerdo que la abracé y fue justo en ese momento cuando sentí que mi vida estaba completa, que todo tenía sentido. Por fin entendí por qué desde pequeña había niñas que me parecían bonitas, por qué de pronto me sorprendía a mi misma observando el cuerpo de las mujeres que pasaban por la calle; esas miradas, que siempre fueron de admiración y no de morbo, esas miradas que a momentos me hacían sentir culpable, extraña, diferente. Ahora comprendía por qué mis intentos de mantener una relación con un hombre jamás habían funcionado, por qué esa atracción física que había llegado a sentir por ellos se esfumaba tan rápidamente. En aquel momento lo entendí... pero no le dí mucha importancia, me dediqué a ser feliz con ella, a amarla tan intensamente como siempre lo había deseado, le entregue mi corazón y disfruté cada momento a su lado. Debo decir también que cometí muchos y grandes errores y que fueron esos los que hicieron que aquella relación terminara... eso y su miedo a todo lo que ella sentía por mi. Mi rompimiento con ella me dejó una profunda tristeza y creo que fue en esos momentos de llanto y dolor cuando me dí cuenta de lo que había pasado: había amado profundamente a una mujer (y aún no dejaba de hacerlo), me habia sentido tan feliz a su lado, habia hecho el amor con ella y conocido así sensaciones que ni siquiera pensé que existieran; en pocas palabras, ella había llegado a llenar ese vacío que estuvo ahí, merodeando en mi corazón hasta el instante de nuestro primer beso. Cuando pasó el dolor no fue precisamente para que las cosas mejoraran, porque entonces surgió el miedo a ese montón de sentimientos que había descubierto a su lado. ¿Me enamoré de una mujer? pero... ¿cómo pasó? ¿por qué?... ¿soy lesbiana? pero... si los hombres se me hacen guapos y tengo fantasías con ellos... ¿entonces soy bisexual? pues tal vez... sólo que el hecho de tener sexo con un hombre no me es una grata idea, una cosa son las fantasías pero... ¿entonces qué demonios pasa? ¿quién soy?¿qué soy?¿a quíen se lo digo, a quién le puedo contar todo esto?... NO, NO, NO y NO, eso no era posible, no podía estar pasando; entonces, cometí el error de buscar a aquel chavo que siempre había querido algo conmigo, sabía perfectamente que no le diría que no a una sesión de besos y caricias, y así fue, nos fuimos en su carro hasta un rincón obscuro donde nos besamos y el comenzó a acariciarme, pero a mi no se me antojaba tocarlo, y la verdad sus toqueteos estaban lejos de causarme algún placer, aún así lo dejé seguir y mi cabeza comenzó a fantasear con mi ex, con sus curvas y sus labios gruesos, con el olor de su sexo; estaba comenzando a obtener un poco de gozo, pero a pesar de mis fantasías, sus caricias toscas no le decían nada a mi cuerpo, entonces me alejé de el y le pedí que me llevara a mi casa... al estar sola en mi cuarto, me sentí más vacía que nunca. Ese breve encuentro con el sería el último que tuviera con un hombre, después de eso perdí cualquier cosa parecida a la estabilidad, ilusiones iban y venían, un par de mujeres con algo de importancia pasaron y se fueron. En ese proceso encontré amigos, personas que me apoyaban y me aceptaban, comencé a sentirme un poco más cómoda con mi orientación sexual, pero me seguía preocupando qué pensaría mi familia ¿cómo se los diré? ¿es realmente necesario que se los diga?. Haber sido educada por mi abuela no me ayudaba mucho con todo este laberinto de preguntas, no era raro sorprenderme a mi misma en una lucha contra todas las ideas mochas y homofóbicas que ella me había inculcado, a sus ojos nunca estaría bien el que yo compartiera mi vida con una mujer, para ella eso siempre sería pecado, una maldición, y se encargaba de dejarlo en claro cada vez que en la televisión se hablaba sobre el tema, "jotos cochinos" decía, "lo que una tiene que ver en estos tiempos" , esos y muchos otros comentarios impedían el que yo siquiera pensara en comentarle algo, en acercarme a ella. ¡Y qué decir de mi padre! siempre le tuve miedo, siempre fue un personaje lejano. No sé si alguna vez sintió que no viviría mucho tiempo, no sé que tanto sabía al respecto de mi atracción por las mujeres sin que yo se lo dijera, pero uno de esos tantos días en los que estuvo en el hospital y en medio de un largo silencio me dijo: "yo sólo quiero que seas feliz" , y decidí quedarme con eso, ver esa frase como una aprobación, como un leve respiro para mí y mi remolino emocional. Un día, me descubrí nuevamente enamorada y entonces dejó de importarme un poco el que dirán, me arriesgué y fui a buscarla hasta donde estaba. Cuando la encontré, cuando nos besamos, volví a sentir esa paz y esa plenitud que hacía años había perdido, me sentí viva de nuevo, con ganas de luchar, con ganas de gritarle al mundo quien soy y lo que siento. Ahora sabía que eso que mi alma sentía al besarla no podía estar mal, que mi corazón, mi mente, mi sangre no estaban equivocados; sabía y comprendía que amar a una mujer era lo mejor que me había pasado y que sería lo más bello que me sucedería en mi vida. Ya lo que dijera la gente me tenía sin cuidado, aunque aún no era (ni es) así con mi familia, con ellos siempre quedaría algo pendiente... y aprendí a ser feliz así, a su lado, con la aprobación de las personas que más me importaban y tratando de que el aspecto familiar quedara de lado.
Hoy, me declaro una ferviente admiradora de la belleza femenina, de esos besos suaves que sólo una mujer te puede dar. Hoy estoy aprendiendo a conocerme más, hoy estoy empezando a recorrer un camino de felicidad. Y sí... hoy puedo decir que era ESTO lo que quería.